6 de Septiembre de 2019
Este fué un día especial, con mucha alegría, fuí a la habitación de Aarón para despertarle -¡Venga Aarón que vamos al cole!- le dije con una gran sonrisa. Él, para nada sabía lo que era el cole, ni que empezaba su educación escolar en ese momento hasta dentro de muuuuuchos años.
Desayunó, le vestí, le lavé la carita, le peiné, le puse colonia y una mochila. No dijo nada, pero se le notaba en la mirada que sabía que algo nuevo venía por delante.
Llegamos a la casita de niños, su escuela infantil, entramos en clase y vió un sinfin de juguetes, tantos, que mamá dejó de existir. Me acerqué a el -Un besito cariño, luego viene mamá a por tí- esa frase que tanto nos habían insistido en decirles, una mirada fugaz y para mi sorpresa, una sonrisa de oreja a oreja. Allí se quedó, una mezcla entre alegría y tristeza, entre sosiego y preocupación, entre el alivio y el echar de menos inundó mi cabeza.
A las dos horas, fui a recogerle, estaba feliz, le gustaba su cole nuevo, el primero de todos.
El segundo día fue parecido al primero, se quedó a gusto y salío feliz. Cuando llegamos el tercer día, no quería soltarse, ya había entendido que ese era su sitio por las mañanas, para todos los dias. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero sorprendentemente, no sentía una pena extensa. Yo sabía que tenía que ser así, que si me le llevaba de vuelta a casa no le estaba ayudando, que el tenía que entender que ese era su sitio y que al final se acostumbraría.
Quince días pasaron, de llantos, lloros y amarguras, hasta que de repente, un día no lloró, se fué a su cojín en la asamblea y se sentó a esperar el "buenos días" y el cuento.
Tanto gusto cogió a la casita, que una vez decretaron el estado de alarma, no podíamos pasar por la puerta, pues quería entrar, se tiraba al suelo, se agarraba a la puerta, tiraba de nuestras manos hacia adentro... ¡Qué duro no poder explicarle la situación!, bueno, más que no poder explicársela, hacerlo y que no lo entienda...
